5 de septiembre de 2016

LA GUERRA DEL PLEBISCITO POR LA PAZ



En el imperio romano se hizo común una afirmación que enunciaba: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”, frase que se le atribuyó al emperador Julio César pero en realidad es una premisa que enmarcó la obra “Compendio de Técnica Militar”, propia del escritor Flavio Vegecio, de cognomen Renato, obra cuya influencia pasó por el Renacimiento y se extiende hasta nuestros días por causa de la herencia helénica de mirada eurocentrista, que aún padecemos.

Irónicamente hoy en Colombia, la celebración del Plebiscito para refrendar el “Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, ha sido convertida en todo un campo de guerra político-oportunista, lo que reencaucha la afirmación de Vegecio en el sentido de que si queremos la paz, nos preparemos para la guerra del plebiscito. Los colombianos debemos estar por encima del mal intencionado bipolarismo político a nombre de la paz, en el que tácitamente se plantea que votar por el , es hacerlo a favor de un Santos “izquierdista” y el No, es respaldar a un Uribe fachista (sin comillas). Es de importancia dorsal comprender que entre estos dos personajes hay pocas diferencias aparentes y todas las coincidencias reales, pues ambos tienen el mismo origen político, encarnan el modelo ideológico de la economía neoliberal que defiende los intereses internacionales privatizadores, que mina el aparato productivo nacional, facilita la entrega de los recursos estratégicos del país, recorta los beneficios sociales y de complemento, el uno acuerda la paz con actores de derecha y el otro, con los de izquierda; por ello considerar a Santos Castro-Chavista, es como asumir que una persona de vida licenciosa, se mantiene físicamente virgen.

La definición por el o el No, exige obligatoriamente un análisis multifactorial, en el que se deben considerar no solo los 6 puntos acordados, sino también todos los contextos que han convergido en este fenómeno: el histórico, el político, el internacional, el económico, el cultural, en fin.  Ahora, al analizar brevemente los puntos del acuerdo -a manera de simplificar el farragoso texto del mismo-, encontramos que estos no transforman absolutamente nada de manera sustancial:

 1. Desarrollo Agrario Integral. Se discutió un desarrollo agrario sin cambiar de fondo el modelo agrario del país. En Colombia hay 33 mil veredas y una concentración inequitativa de tierras propia del más rancio feudalismo del medio evo. Adicional a esto, se plantea la democratización del acceso a la tierra, pero el Gobierno impulsa la Ley Zidres (inconstitucional) para legalizar la esquilmación del campo y del campesino colombiano. Por lo que la crisis agraria se mantendrá con total tendencia a empeorar.

2. Participación en política. Se constituyen en partido político con la dejación definitiva de las armas y sin la obligación de alcanzar el 3% de los votos en las elecciones de Congreso para la obtención de la personería jurídica. Les otorgan 10 curules en el Congreso, que por hechos del umbral, pueden aumentar de 26 a 30. No se modifica la partidocracia que amalgama la repartición del poder con mermelada, gracias a un sistema electoral corrupto que a los corruptos no les interesa modificar, precisamente porque se hacen elegir con dicho sistema.

3. Fin del conflicto. Como fruto de una negociación técnica en la que participaron generales de la República, se acordó la entrega de las armas a la ONU y se establecieron 23 zonas de concentración en el mismo número de veredas. El acuerdo no desactiva el entrenamiento militar ni la predisposición para la guerra que tiene cada excombatiente; este elemento es una bomba de tiempo latente. El perdón y la reconciliación verdadera son los grandes ausentes de este punto.

4. Drogas ilícitas. Se plantean planes participativos de sustitución de cultivos ilícitos, recuperación ambiental y programas de prevención del consumo, producción y comercialización de narcóticos. No queda claro cómo se erradicará el negocio del cartel de las Farc: proveedores, rutas, clientes y todo el dinero y los bienes provenientes del ilícito; pasa desapercibida la extinción de dominio que debería dirigirse a la reparación de las víctimas y a la financiación de lo acordado para el postconflicto.  

5. Víctimas. Incorpora una jurisdicción especial para la paz, que si bien es cierto contempla Derechos Humanos de las víctimas y Verdad, también lo es que otorga amnistías, indultos y tratamientos especiales, lo que facilitará la impunidad debido a que las Farc, no pagarán cárcel propiamente dicha por sus horrendos delitos. Todo esto, con la coordinación de un plutocrático Fiscal.

6. Implementación, Verificación y Refrendación. Establece el Procedimiento Legislativo Especial para la Paz mediante el Acto Legislativo 01 de 2016, que faculta al Presidente por 180 días a expedir Decretos con fuerza de Ley para implementar las medidas derivadas del acuerdo. Al menos, por fin el pueblo es consultado luego de 10 procesos de paz, para refrendar el acuerdo vía Plebiscito.

Todo el triunfalismo del Gobierno respecto a los seis puntos del acuerdo, no soslaya el hecho lamentable que confirma entre líneas que en Colombia los ciudadanos que nunca han delinquido, no tienen garantizados sus derechos mínimos y se les restringe ostensiblemente la posibilidad de participar en política y de gozar del derecho a elegir y ser elegido, por lo que parece necesario cometer por años crímenes de lesa humanidad y luego regresar a la vida civil para poder disfrutar de todos los derechos garantizados. 

Lo que se firmó –y se pretende lograr con la refrendación vía Plebiscito- es el fin del conflicto armado, el cese bilateral, el desarme de las Farc, mas no la paz; porque la paz es un proceso más integral y profundo que se tasaría en la redefinición estructural del infausto modelo social, político, económico y agrario del país, que es la cantera que produjo todas las causas del conflicto y la violencia en Colombia, y en síntesis, tal modelo, no se modifica para nada con los acuerdos de la Habana, ya que las causas que originaron la guerra permanecen incólumes. O como lo diría el Senador Jorge Robledo: “El proceso de paz no se hizo para cambiar a Colombia, sino para desarmar a las Farc”. 

A pesar de todo lo anterior, siempre es mejor y preferible la terminación de la confrontación armada, pues al ponderar con suma sensatez los seis puntos del acuerdo final, el referido al fin del conflicto vale, por sí solo, el , muy por encima de un mal acuerdo en los demás aspectos y en todo sentido, el cese al fuego es un justo merecimiento y el mayor homenaje a todas las víctimas representadas en las familias, los soldados, los policías y los miles de campesinos y menores de edad que a la fuerza, les colgaron un rifle y los vistieron de enemigos, bajo una absurda e impuesta facción ideológica, que de seguro, jamás entendieron del todo.

El triunfo del No, generaría una gran incertidumbre con un panorama dominado por la desconfianza y lo inesperado, dado por la posibilidad de que el conflicto mute, en el futuro inmediato, a un fenómeno más complejo e intrincado que se disemine no solo en el campo sino también en las ciudades. Sin embargo, lo plausible del acuerdo es precisamente el desarme y eso, pese a todo, nos debe esperanzar de algún modo. Llamo a la cordura y a la sensatez para respetar con total tolerancia, a quienes darán el No al Plebiscito, a entender que si el Plebiscito es derrotado, evitemos acusar a los ciudadanos que dieron el No por el hecho de volver a la guerra, si ello ocurre, recordemos que los responsables intelectuales como materiales del execrable conflicto armado colombiano, son las cúpulas del poder político (que ahora proponen la paz) y las cúpulas de los actores armados, respectivamente.

En conclusión, ni el ni el No son la verdadera tabla de salvación para una Colombia cuyos gobiernos la han hecho naufragar, sin embargo, el es forzosamente un pequeño gran paso para empezar a cerrar uno de los rotos por donde el país hace sangre ininterrumpidamente, hace más de 50 años.

Por:
Arturo Velásquez
Director Alianza SER
Consultor Internacional de Organizaciones Sociales.

Investigador, Conferencista y Tallerista.

1 comentario:

  1. La pregunta del plebiscito es: "¿Apoya el acuerdo final para terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera? ya por ahí hay expertos en decir que la palabra apoya debería cambiarse por aprueba. Una frase en el mundo dice "Más vale un mal acuerdo que un buen pleito" pero la frase más perversa obra del mismísimo perverso es "Es mejor malo conocido que bueno por conocer" Aquel que prefiere un mal acuerdo votara por el SI, pero aquel que entiende que es mejor uno bueno por conocer que seguir con el malo conocido, probablemente votara por el NO.

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