1 de diciembre de 2021

LA TRAMPA DE TUCÍDIDES: GEOPOLÍTICA DEL DEVENIR

 


Hace 25 siglos, el historiador griego Tucídides, considerado el padre de la Historiografía Científica, teorizaba acerca de las relaciones entre estados en estricta función de su poder; de su estudio se derivó lo que se conoce como la famosa trampa de Tucídides, a saber: “Cada vez que convergen una potencia establecida y una potencia emergente que le dispute la hegemonía a aquella, la confrontación es inevitable”; es decir, es inevitable caer en la trampa.

Sin embargo, esta trampa histórica ha tenido 3 grandes excepciones en los últimos 500 años: 1. La disputa entre España y Portugal, dirimida por el Tratado de Tordecillas en 1494; 2. La rivalidad latente entre el Imperio Británico y la naciente nación Estadounidense de 1776 y, 3. La confrontación entre EE.UU. y la URSS entre 1947 y 1991.

Luego de la caída del muro de Berlín y de la llamada cortina de hierro, la reconfiguración política mundial quedó tasada entre Neoconservadurismo Seudoliberal de derecha y Progresismo Corporativo Liberticida de izquierda, ambos bloques de carácter sionista y con los EE.UU conservando su papel hegemónico; condición esta que China no estuvo dispuesta a seguir aceptando y por ello, en el 19° Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCH), toma la decisión de ser la nueva potencial global para el 2049, fecha en la que se cumplirán los 100 años de creación de su República Popular y en la que espera ponerle fin a lo que los mismos chinos llaman el siglo de la humillación. Los chinos entendieron que 40 siglos de cultura no eran suficientes para emerger como potencia ante un occidente industrializado frente al cual, además, llevaban un rezago tecnológico que los mantendría en la sumisión. Entendieron que para emerger como potencia en el juego geopolítico debían alcanzar superioridad tecnológica, asegurarse la provisión de materias primas y no solo ser un imperio terrestre como lo ha sido secularmente sino ser una potencia aero-naval tanto en el espacio como en el ciberespacio.

China consultó en su propio pasado el método para lograrlo y le bastó con revivir la milenaria Ruta de la Seda desde tres ámbitos: primero, el tradicional terrestre, que ya le permite por esta vía controlar un corredor que parte de su territorio, pasa por Asia Central y penetra la península de Anatolia para alcanzar a Europa hasta lo más extremo de la península Ibérica, a logro de financiar enormes obras de infraestructura en los países de tránsito. Segundo, el naval, de uso marítimo y aéreo y de carácter comercial, empresarial y militar. En esto ha logrado acuerdos estratégicos que le permiten el doble beneficio de recibir materias primas y exportar sus productos al mundo gracias a que logró su salida al Indico y que ya controla todo el Canal del Suez, por el cual ganó su acceso al Mediterráneo, donde controla el 60% del Puerto de Pireo, que es uno de los puertos más grandes de Europa. Tercero, el espacial y ciberespacial, que, gracias a la digitalización de sus sistemas satelitales, tiene la capacidad de destruir desde su territorio, cualquier sistema satelital del mundo.

Hoy China es el mayor accionista, cliente y dueño de las Big Tech, Big Pharma y Big Financial, su predominancia digital y tecnológica le ha permitido convertir los datos en la principal materia prima como factor de producción y su modelo de Socialismo Corporativo y Tecnológico, está listo para ser instalado a gran escala en todo el globo, bajo la soterrada hilaridad hipócrita de los progresistas globalizadores.

Hechos como que Klauss Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, precursor de la Cuarta Revolución Industrial y del llamado Gran Reseteo, proclamara hace menos de un año que el modelo Chino es el nuevo paradigma a seguir, que Microsoft esté al servicio del PCCH desde mediados de los 90, que más de 15 Agencias y organismos del sistema de Naciones Unidas estén hoy controladas por China y que la reedición de la Ruta de la Seda haya llevado al PCCH a una evidente conquista geopolítica, constituyen las más avasalladora evidencia que ya contamos con una nueva potencia que, de sometida en su pasado, supo emerger para ser sometedora en el futuro tecnológico de control total que nos propone.

¿Nos llevará, el devenir geopolítico, a caer de manera inexorable en la trampa de Tucídides? Si así fuera, el “Cataclismo de Damocles” -de lo cual nos advirtiera García Márquez hace más de treinta años-, sería desatado.

Por: Arturo Velásquez