Mark Twain afirmaba en su autobiografía,
quizá parodiando el mitológico complejo de Cassandra, que “Es más fácil engañar, que convencer a alguien
que está siendo engañado”.
Justo en el momento que los pueblos
deciden utilizar las redes virtuales para concertar manifestaciones reales y
multitudinarias en las calles del mundo, con el fin de expresar hondos desacuerdos
y rechazos a las disposiciones de sus respectivos gobiernos y dicho ejercicio los
percata, como nunca antes en la historia, de entender en manos de quienes
reside el legítimo poder, sobrevino el primer virus de alcance global y sin
aparente cura del nuevo milenio.
Así tal vez, el aislamiento social llegó
de súbito al auxilio de los grandes poderes para dispersar de tajo a las
reclamantes masas en más de 25 países del mundo. Por lo que era necesariamente
conveniente que no fuera el descontento de la población mundial lo que
atravesara fronteras tan rápidamente, sino que en su lugar lo hiciera una
enfermedad capaz de confinar a la resignación y de reducir los ánimos al ámbito
domiciliario, con miedo incluido.
Este marco ha suscitado una alfaguara de
teorías conspirativas o conspiranoicas que giran en torno a los temas más
recurrentes en la materia: el Nuevo Orden Mundial, los efectos de las vacunas,
el microchip en humanos, la deliberada reducción demográfica, los intencionados
desplomes económicos, la inteligencia artificial y la tecnología 5G, las pandemias
artificialmente urdidas, entre otros.
Pero la evidencia geopolítica de los
hechos prorrumpe inequívoca a manera de comprobación científica. La geopolítica
entendida como la ciencia y la estrategia que aplican las potencias globales para
proyectar sus intereses sobre todos los espacios geográficos del planeta, ha
sido el instrumento catalizador del orden internacional, del orden mundial y del
Nuevo Orden Mundial (categorías interrelacionadas pero distintas); siendo este
último –oficialmente proclamado desde la Liga de las Naciones hasta nuestros
días-, el que busca redefinir el rol esencial del Estado-Nación para la
implantación de un régimen totalitario de gobierno y control global, hecho que
ya tiene sus puntales en los actuales organismos supranacionales en materia
militar (OTAN), política (CFR, ONU, UE), económico-comercial (Sistema Bretton
Woods: FMI, BM, OCDE, FED, OMC), de salud (OMS), judicial (CPI), educativa
(UNICEF), laboral (OIT); todo bajo la manipulación de los medios de
desinformación y la tiranía cibernética de los gigantes tecnológicos. A manera
ejemplo, uno curioso: en 1921 se funda en los Estados Unidos el Council on
Foreign Relations (CFR), con la destinación específica de establecer un
gobierno mundial absolutista.
Visto de esta manera, el Nuevo Orden Mundial
dista de ser una mera teoría conspiranoica de orden popperiana, para
convertirse en una meta cuyos objetivos son acelerada y fácilmente
cristalizados a partir de una pandemia planeada de manera metódica que, bajo el
argumento de la salvaguarda de la salud humana, es en realidad una estrategia
de ingeniería social y control mundial, totalmente justificable. Aclaro: el
virus sí existe y es real su contagio, tan real como fabricada es la pandemia.
El más importante indicio científico que
tenemos de la manufactura pandémica, está en el análisis realizado al genoma
del Covid 19 por parte del virólogo, biólogo y médico francés Luc Montagnier, quien concluyó de
manera categórica que el virus SARS-CoV-2, que causa la COVID-19, fue creado en
el laboratorio de Wuhan insertando en un coronavirus genes del VIH-1 (el virus
del Sida), además de propiedades para propagarse a mayor velocidad y distancia
de lo normal, producir cuadros asintomáticos (lo que aumenta la posibilidad de
contagio) y la condición de no generar inmunidad. Es decir, el virus fue modificado
artificialmente como la versión recargada del SARS de 2003, por lo tanto, es manufactura
humana y no responsabilidad de los murciélagos, cuya colonia más cercana a
Wuhan se encuentra a 900 km de distancia y no en el mercado público, respecto
del cual a estas alturas no se entiende por qué, si fue el foco de la pandemia,
no fue clausurado y sellado para siempre como medida de salud pública y antes
sigue funcionando.
Relevante es acotar que el doctor Montagnier fue ganador del Premio
Nobel de medicina en 2008 por participar en el descubrimiento del virus del
sida (VIH) y además es un destacado opositor de las vacunas obligatorias para
los niños. Lo que le ha granjeado la animadversión oficialista de la comunidad científica
internacional.
Y llama la atención que el hijo del jefe
de la International Planned Parenthood y a su vez nieto de un destacado miembro
de la sociedad Eugenésica americana, quien no es virólogo, ni científico, ni
médico, ni biólogo, sino experto en pandemias informáticas, sea precisamente el
precursor de las vacunas globales, un “desinteresado” financiador de la OMS y además
una reconocida autoridad de lujo en esta crisis de salud mundial. De manera muy
conveniente a partir del año 2009, la OMS definió pandemia así: “Se produce una pandemia de gripe cuando
surge un nuevo virus gripal que se propaga por el mundo y la mayoría de las
personas no tienen inmunidad contra él”.
En términos rigurosamente científicos, epidemia
es una enfermedad infecciosa que se establece
en casi la totalidad (en más de un 80%) de una población y pandemia es
cuando dicha enfermedad epidémica traspasa las fronteras y se propaga
mundialmente (de ahí el prefijo “pan”). De lo que se colige que técnicamente no
nos asiste un evento pandémico y con el agregado de que el 85% de población es asintomática
y que del 15% restante que es el que se llega a enfermar, el 90% se recupera
con aislamiento, por tanto, la vacuna no es necesaria y menos en un virus que
según la narrativa oficial, muta cada tres meses. De todo esto derivamos la
artificiosa necesidad de justificar una pandemia global como la declarada por
la OMS el pasado 11 de marzo del presente año.
Desde la turalemia, considerada la
primera arma biológica que fue empleada por los Hititas hace unos 3.500 años,
hasta nuestros días, los virus se siguen utilizando a modo de bioarmas, a pesar
que el Protocolo de Ginebra de 1925 prohibió el uso de armas bacteriológicas y
químicas, pero no impidió ni su producción ni su investigación, por lo que el
proceso conocido como enriquecimiento de virus se sigue usando con fines bélicos.
En este orden, el virus SARS, que es una
de las especies que integran el género corona virus, ha sido estudiado desde
hace 20 años en varios laboratorios del mundo, incluyendo grandes grupos de
científicos del orden público y privado en los Estados Unidos. Pero en el 2011
se prohíbe en este país el enriquecimiento de virus (medida que ya fue
levantada con restricciones) y se traslada el proceso a Wuhan en China, que es
un gran campo de experimentación y cuyas mega corporaciones médicas, biológicas
y farmacéuticas, son aliadas de sus homólogas de occidente.
Es de importancia dorsal conocer que el
instituto de Wuhan es uno de los clústers biotecnológicos más importantes del mundo
y no se dedica a la investigación médica sino militar con fines bioguerreristas.
De tal manera que este laboratorio propiedad de grandes fondos privados tanto
gringos como chinos, nos ha recetado un virus calculadamente diseñado que funge
cual plataforma para plasmar en la realidad objetiva, hechos y efectos
que hasta hace menos de un año eran considerados impensables y propios de la
ficción conspirativa: la reducción demográfica de corte eugenésico y
malthusiano, el desplome económico que ya empuja a las capas productivas al
sector de la pobreza, a los pobres a la miseria y a los países a la quiebra por
cuenta de la cuarentena generalizada, la virtual desaparición del modelo
westfaliano del Estado-Nación, la dependencia de la inteligencia artificial y
la biotecnología chip, todo enfocado a la pérdida de las libertades
individuales para el control total.
Como efecto principal, la pandemia ha
sido enfocada de forma más que eficiente en desnudar las debilidades y
limitaciones del sistema social y de salud de las naciones, el paso siguiente
será, según la actual narrativa estandarizada, empujar a los pueblos a reclamar
como nuevos derechos la renta básica electrónica universal, las vacunas
obligatorias y un sistema digital de identificación y beneficios de molde
socialista, todo esto administrado por un gobierno supranacional (de corte
stalinista) que a la vez nos garantice mínimamente el acceso en condición de
calidad a la salud y a la seguridad alimentaria.
Será que a todo esto se refería David
Rockefeller cuando afirmó que “Estamos al borde de una transformación
global. Todo lo que necesitamos es una oportuna crisis grave y las naciones
aceptarán el Nuevo Orden Mundial”. Basta con revisar a quiénes beneficia esta pandemia
para establecer el palmario reflejo de la geopolítica profunda,
subrepticia, la misma que estableció como antesala a las dos guerras mundiales,
una crisis económica a gran escala –la de 1907 y 1929-; nos abocan de lleno a
la tercera gran crisis en la materia, ¿se mantendrá la tendencia?.
¿Qué hacer?, en primera instancia enfatizo
y reitero que el virus es una realidad tangible y acechante de la que debemos
cuidarnos y tomar las medidas necesarias de orden emocional, físico y sanitario.
En segundo rango, evitar las noticias de los medios oficiales de desinformación
para conjurar el veneno y la psicosis que se afanan en propagar y, por último, insto
a investigar, consultar, auscultar y a leer con atención el decurso de los
hechos para tomar decisiones de índole personal, familiar, laboral, etc.,
basadas en el discernimiento y la sensatez; pues es más fácil y cómodo rechazar
que comprobar.
Eterna gratitud para todos los cuerpos
de salud de los hospitales y clínicas del mundo, que a diario defienden
nuestras vidas arriesgando las suyas; mi mayor consideración para quienes han
perdido seres queridos, como humanos, nos duelen, para ellos, solo representan estadísticas de la marcha de un plan. No me
cabe duda que en la actual distopía dada por los determinadores del rumbo
mundial, el virus, somos nosotros.
PD: Invito a consultar
el estudio titulado «Escenarios para el Futuro de la Tecnología y
el Desarrollo Internacional»,
realizado por la Fundación Rockefeller en alianza con la Global Business
Network en 2010. Plantea psico-escenarios que calcan la actualidad.
POR:
ARTURO VELÁZQUEZ