En el
imperio romano se hizo común una afirmación que enunciaba: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”,
frase que se le atribuyó al emperador Julio César pero en realidad es una
premisa que enmarcó la obra “Compendio de Técnica Militar”, propia del escritor
Flavio Vegecio, de cognomen Renato, obra cuya influencia pasó por el
Renacimiento y se extiende hasta nuestros días por causa de la herencia
helénica de mirada eurocentrista, que aún padecemos.
Irónicamente
hoy en Colombia, la celebración del Plebiscito para refrendar el “Acuerdo Final para la Terminación del
Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, ha sido
convertida en todo un campo de guerra político-oportunista, lo que reencaucha
la afirmación de Vegecio en el sentido de que si queremos la paz, nos preparemos
para la guerra del plebiscito. Los colombianos debemos estar por encima del mal
intencionado bipolarismo político a nombre de la paz, en el que tácitamente se
plantea que votar por el Sí, es
hacerlo a favor de un Santos “izquierdista” y el No, es respaldar a un Uribe fachista (sin comillas). Es de
importancia dorsal comprender que entre estos dos personajes hay pocas
diferencias aparentes y todas las coincidencias reales, pues ambos tienen el
mismo origen político, encarnan el modelo ideológico de la economía neoliberal que
defiende los intereses internacionales privatizadores, que mina el aparato
productivo nacional, facilita la entrega de los recursos estratégicos del país,
recorta los beneficios sociales y de complemento, el uno acuerda la paz con actores
de derecha y el otro, con los de izquierda; por ello considerar a Santos
Castro-Chavista, es como asumir que una persona de vida licenciosa, se mantiene
físicamente virgen.
La definición
por el Sí o el No, exige obligatoriamente un análisis multifactorial, en el que se
deben considerar no solo los 6 puntos acordados, sino también todos los
contextos que han convergido en este fenómeno: el histórico, el político, el
internacional, el económico, el cultural, en fin. Ahora, al analizar brevemente los puntos del
acuerdo -a manera de simplificar el farragoso texto del mismo-, encontramos que
estos no transforman absolutamente nada de manera sustancial:
1. Desarrollo Agrario
Integral. Se discutió un desarrollo agrario sin cambiar de fondo el modelo
agrario del país. En Colombia hay 33 mil veredas y una concentración
inequitativa de tierras propia del más rancio feudalismo del medio evo.
Adicional a esto, se plantea la democratización del acceso a la tierra, pero el
Gobierno impulsa la Ley Zidres (inconstitucional) para legalizar la
esquilmación del campo y del campesino colombiano. Por lo que la crisis agraria
se mantendrá con total tendencia a empeorar.
2. Participación en política. Se
constituyen en partido político con la dejación definitiva de las armas y sin
la obligación de alcanzar el 3% de los votos en las elecciones de Congreso para
la obtención de la personería jurídica. Les otorgan 10 curules en el Congreso,
que por hechos del umbral, pueden aumentar de 26 a 30. No se modifica la
partidocracia que amalgama la repartición del poder con mermelada, gracias a un
sistema electoral corrupto que a los corruptos no les interesa modificar, precisamente
porque se hacen elegir con dicho sistema.
3. Fin del conflicto. Como fruto de una
negociación técnica en la que participaron generales de la República, se acordó
la entrega de las armas a la ONU y se establecieron 23 zonas de concentración
en el mismo número de veredas. El acuerdo no desactiva el entrenamiento militar
ni la predisposición para la guerra que tiene cada excombatiente; este elemento
es una bomba de tiempo latente. El perdón y la reconciliación verdadera son los
grandes ausentes de este punto.
4. Drogas ilícitas. Se plantean planes participativos de sustitución de cultivos
ilícitos, recuperación ambiental y programas de prevención del consumo,
producción y comercialización de narcóticos. No queda claro cómo se erradicará
el negocio del cartel de las Farc: proveedores, rutas, clientes y todo el
dinero y los bienes provenientes del ilícito; pasa desapercibida la extinción
de dominio que debería dirigirse a la reparación de las víctimas y a la
financiación de lo acordado para el postconflicto.
5. Víctimas. Incorpora una jurisdicción especial para la paz, que si bien es
cierto contempla Derechos Humanos de las víctimas y Verdad, también lo es que otorga
amnistías, indultos y tratamientos especiales, lo que facilitará la impunidad
debido a que las Farc, no pagarán cárcel propiamente dicha por sus horrendos
delitos. Todo esto, con la coordinación de un plutocrático Fiscal.
6. Implementación, Verificación y
Refrendación. Establece el Procedimiento Legislativo Especial para la Paz
mediante el Acto Legislativo 01 de 2016, que faculta al Presidente por 180 días
a expedir Decretos con fuerza de Ley para implementar las medidas derivadas del
acuerdo. Al menos, por fin el pueblo es consultado luego de 10 procesos de paz,
para refrendar el acuerdo vía Plebiscito.
Todo el
triunfalismo del Gobierno respecto a los seis puntos del acuerdo, no soslaya el
hecho lamentable que confirma entre líneas que en Colombia los ciudadanos que
nunca han delinquido, no tienen garantizados sus derechos mínimos y se les
restringe ostensiblemente la posibilidad de participar en política y de gozar
del derecho a elegir y ser elegido, por lo que parece necesario cometer por
años crímenes de lesa humanidad y luego regresar a la vida civil para poder disfrutar
de todos los derechos garantizados.
Lo que
se firmó –y se pretende lograr con la refrendación vía Plebiscito- es el fin
del conflicto armado, el cese bilateral, el desarme de las Farc, mas no la paz;
porque la paz es un proceso más integral y profundo que se tasaría en la
redefinición estructural del infausto modelo social, político, económico y
agrario del país, que es la cantera que produjo todas las causas del conflicto
y la violencia en Colombia, y en síntesis, tal modelo, no se modifica para nada
con los acuerdos de la Habana, ya que las causas que originaron la guerra
permanecen incólumes. O como lo diría el Senador Jorge Robledo: “El proceso de paz no se hizo para cambiar a
Colombia, sino para desarmar a las Farc”.
A pesar
de todo lo anterior, siempre es mejor y preferible la terminación de la confrontación
armada, pues al ponderar con suma sensatez los seis puntos del acuerdo final,
el referido al fin del conflicto vale, por sí solo, el SÍ, muy por encima de un mal acuerdo en los demás aspectos y en
todo sentido, el cese al fuego es un justo merecimiento y el mayor homenaje a todas
las víctimas representadas en las familias, los soldados, los policías y los
miles de campesinos y menores de edad que a la fuerza, les colgaron un rifle y
los vistieron de enemigos, bajo una absurda e impuesta facción ideológica, que
de seguro, jamás entendieron del todo.
El
triunfo del No, generaría una gran
incertidumbre con un panorama dominado por la desconfianza y lo inesperado,
dado por la posibilidad de que el conflicto mute, en el futuro inmediato, a un
fenómeno más complejo e intrincado que se disemine no solo en el campo sino
también en las ciudades. Sin embargo, lo plausible del acuerdo es precisamente
el desarme y eso, pese a todo, nos debe esperanzar de algún modo. Llamo a la
cordura y a la sensatez para respetar con total tolerancia, a quienes darán el No al Plebiscito, a entender que si el
Plebiscito es derrotado, evitemos acusar a los ciudadanos que dieron el No por el hecho de volver a la guerra,
si ello ocurre, recordemos que los responsables intelectuales como materiales del
execrable conflicto armado colombiano, son las cúpulas del poder político (que
ahora proponen la paz) y las cúpulas de los actores armados, respectivamente.
En
conclusión, ni el Sí ni el No son la verdadera tabla de salvación
para una Colombia cuyos gobiernos la han hecho naufragar, sin embargo, el Sí es forzosamente un pequeño gran paso
para empezar a cerrar uno de los rotos por donde el país hace sangre ininterrumpidamente,
hace más de 50 años.
Por:
Arturo Velásquez
Director Alianza SER
Consultor Internacional de Organizaciones
Sociales.
Investigador, Conferencista y Tallerista.
La pregunta del plebiscito es: "¿Apoya el acuerdo final para terminación del conflicto y construcción de una paz estable y duradera? ya por ahí hay expertos en decir que la palabra apoya debería cambiarse por aprueba. Una frase en el mundo dice "Más vale un mal acuerdo que un buen pleito" pero la frase más perversa obra del mismísimo perverso es "Es mejor malo conocido que bueno por conocer" Aquel que prefiere un mal acuerdo votara por el SI, pero aquel que entiende que es mejor uno bueno por conocer que seguir con el malo conocido, probablemente votara por el NO.
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