Divide et impera, frase de dudoso origen atribuida al dictador y emperador romano Julio César,
resume la estrategia con la que los gobernantes de nuestra nación y
quienes aspiran a serlo nos dirigen y alientan. Su plan consiste en
indisponernos a los unos contra los otros. Consiguen su objetivo enfrentando a distintos colectivos, o echando a la sociedad en general encima de algún grupo en particular.
Sobran ejemplos de ello y su número aumenta a medida que se acerca
cualquier tipo de convocatoria electoral en la que se jueguen el puesto.
En esta campaña se calienta la lucha de clases, al igual que la de
maestros versus el interés general, funcionarios contra resto de la
sociedad, ateos contra creyentes, Costeños contra Cachacos, farmacéuticos contra pacientes, enfermos
contra sanos, y un largo etcétera que acabará en el todos contra todos
si no le ponemos remedio.
La maniobra puede calificarse con
distintos adjetivos excepto inocente, fortuita o casual. Ningún partido
político tiene la exclusiva, todos se apuntan a practicarla. Se ejecuta a
pecho descubierto, sin sutileza alguna. Ha sido muy premeditada y se
vocea por todos los medios de comunicación. Su objetivo es que los
ciudadanos levantemos el dedo acusador los unos contra los otros,
llegando incluso a convertirnos en jauría humana a la caza de quien los
politicastros indiquen. Con ello tratan de desviar nuestra atención de la nube de miseria y podredumbre que les envuelve. Todo
con tal de evitar que los gobernados les señalemos y les expulsemos,
por su demostrada inepcia e ineficacia, de sus cómodas poltronas, de sus
pensiones en muchos casos vitalicias, de las regalías que disfrutan, de
las prebendas asociadas al cargo, de los despachos públicos que
utilizan como trampolines para futuras hazañas privadas.
Todo
para crear un tótum revolútum donde se oculte a quienes afean su
negligencia, su incapacidad de llevarnos a puerto alguno; donde se
apague la voz de quien grite que el rey está desnudo. Que no se vea
cómo, mientras nos enseñan una mano vacía o mientras señalan a los
presuntos culpables de sus desmanes, nos roban con la otra, nos esquilman todo lo necesario para mantener su lujo presente y futuro
y pagar su bienestar pasado. Sin ningún pudor echan a la tropa a luchar
entre si, carne de cañón. Cuando las bajas lleguen al límite de lo
soportable, ya llegarán a un acuerdo (pacto de estado y similares) para
repartirse la tarta que quede.
Nos esconden lo que se han garantizado
¿Con
qué derecho nos dicen que hay que cumplir la más básica de las leyes
del mercado como es pagar lo que se compra, cuando la deuda de los
gobiernos a todos los niveles ha superado todos los límites? Se han gastado lo que no tenían y mantienen a un número ingente de familias endeudadas
pues no cobran lo que se les debe. Marcan como rico a quienes ellos
deciden y cuelgan un sambenito y una nueva carga a ahorradores de toda
una vida mientras los plutócratas y acaudalados de verdad, a quienes
deben favores y de quienes esperan su favor, se mofan de una fiscalidad
que no les molesta. Gran parte de la casta política presume de no tener
coche, casa o grandes ahorros. No los necesitan. Les prestamos coches y
pisos oficiales y les garantizamos buenos sueldos durante años cuando no
para toda la vida.
Nos dicen lo que tienen (bien ganado estará
para la mayoría, no lo dudo) y nos esconden lo que se han garantizado o
se van a procurar en forma de asesoramientos, consejos de administración
bien pagados o descarados tráficos de influencias. Dicen que están al servicio del interés general cuando realmente se están sirviendo de su cargo.
También nos cuentan que se lo han merecido por los servicios prestados,
nos relatan las dificultades de su oficio, los riesgos asumidos, lo que
han abandonado, los sacrificios realizados. Suena al argumentario que
pretende justificar las escandalosas remuneraciones de altos ejecutivos
de grandes empresas (en su mayoría concesiones públicas privatizadas,
cuando no monopolios u oligopolios plagados de políticos y
ex-políticos). Nunca he visto que se pruebe a pagar la mitad de la mitad
y ver cuántos quedan. Apuesto a que, aún así, la gran mayoría no se
mueve del asiento.
Tienen miedo de que nos unamos
Estos
políticos se aprendieron bien la lección que decía que el pueblo unido
jamás será vencido (algunos coreaban la frase sin cesar). Hacen lo
posible para fomentar la desunión. No les interesa un Fuenteovejuna real,
prefieren seguir teniendo derecho de pernada sobre una ciudadanía
fragmentada, con intereses supuestamente contrapuestos. No quieren, como
ha ocurrido en Islandia, un pueblo cohesionado que señale a los
culpables, no ya de esta crisis, sino de su gestión. No quieren que,
todos a una, acabemos con ellos. Tienen miedo de una nación que se revuelva contra el sistema que han apuntalado,
donde quien la hace no la paga, donde se tira la piedra y se esconde la
mano, donde los corruptos nunca devuelven lo robado. Donde, sin ningún
pudor, quienes tienen el honor de servir a su pueblo, acaban sirviéndose
de éste para su gloria y beneficio futuro, a las órdenes de intereses
privados muchas veces contrarios a los del país. Donde decir que el
verdadero liderazgo implica vocación de servicio suena hasta cursi.
Quizás sea el momento de recordar lo que Sila, otro dictador romano, dijo a Cicerón en La Columna de Hierro de Taylor Caldwell:
“Consideremos los políticos. ¿Hay hombres más vanos que los que gozan
de un poco de autoridad y pueden pavonearse antes quienes los han
elegido? ¿Hay alguien que pueda vanagloriarse de ser más ladrón que estos representantes del pueblo,
alguien que no venda su voto por el honor de sentarse a la mesa junto
con los poderosos? ¿Quién es más traidor a un pueblo que quien jura que
lo sirve? ¡Míralos! ¿Crees que van a dejar de llenar sus arcas por mucho
que les grites que hay que salvar Roma? ¿Van a dejar sus cómodos
puestos de mando en nombre del pueblo y a servir a los ciudadanos que
los eligieron sin temor o favoritismo? ¿Van a exigir que se respete la
Constitución y se negarán a aprobar una ley que favorezca sus intereses?
¿Van a gritar antes ¡libertad! que ¡privilegio!? ¿Van a exhortar al
electorado a que practique de nuevo la virtud? ¿Se van a encarar con la
plebe de Roma para decirle: Portaos como personas y no como un rebaño?
¿Encontrarás a uno solo de éstos entre los representantes del pueblo?”. A
todas estas preguntas, el brillante orador y filósofo respondió con un
lacónico "No, señor".
Lo dicho; antes de votarles, ¡mirémosles!
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