4 de octubre de 2016

Divide y vencerás, una estrategia política generalizada




Divide et impera, frase de dudoso origen atribuida al dictador y emperador romano Julio César, resume la estrategia con la que los gobernantes de nuestra nación y quienes aspiran a serlo nos dirigen y alientan. Su plan consiste en indisponernos a los unos contra los otros. Consiguen su objetivo enfrentando a distintos colectivos, o echando a la sociedad en general encima de algún grupo en particular. Sobran ejemplos de ello y su número aumenta a medida que se acerca cualquier tipo de convocatoria electoral en la que se jueguen el puesto. En esta campaña se calienta la lucha de clases, al igual que la de maestros versus el interés general, funcionarios contra resto de la sociedad, ateos contra creyentes, Costeños contra Cachacos, farmacéuticos contra pacientes, enfermos contra sanos, y un largo etcétera que acabará en el todos contra todos si no le ponemos remedio.


La maniobra puede calificarse con distintos adjetivos excepto inocente, fortuita o casual. Ningún partido político tiene la exclusiva, todos se apuntan a practicarla. Se ejecuta a pecho descubierto, sin sutileza alguna. Ha sido muy premeditada y se vocea por todos los medios de comunicación. Su objetivo es que los ciudadanos levantemos el dedo acusador los unos contra los otros, llegando incluso a convertirnos en jauría humana a la caza de quien los politicastros indiquen.  Con ello tratan de desviar nuestra atención de la nube de miseria y podredumbre que les envuelve. Todo con tal de evitar que los gobernados les señalemos y les expulsemos, por su demostrada inepcia e ineficacia, de sus cómodas poltronas, de sus pensiones en muchos casos vitalicias, de las regalías que disfrutan, de las prebendas asociadas al cargo, de los despachos públicos que utilizan como trampolines para futuras hazañas privadas.

Todo para crear un tótum revolútum donde se oculte a quienes afean su negligencia, su incapacidad de llevarnos a puerto alguno; donde se apague la voz de quien grite que el rey está desnudo. Que no se vea cómo, mientras nos enseñan una mano vacía o mientras señalan a los presuntos culpables de sus desmanes, nos roban con la otra, nos esquilman todo lo necesario para mantener su lujo presente y futuro y pagar su bienestar pasado. Sin ningún pudor echan a la tropa a luchar entre si, carne de cañón. Cuando las bajas lleguen al límite de lo soportable, ya llegarán a un acuerdo (pacto de estado y similares) para repartirse la tarta que quede.

Nos esconden lo que se han garantizado
¿Con qué derecho nos dicen que hay que cumplir la más básica de las leyes del mercado como es pagar lo que se compra, cuando la deuda de los gobiernos a todos los niveles ha superado todos los límites? Se han gastado lo que no tenían y mantienen a un número ingente de familias endeudadas pues no cobran lo que se les debe. Marcan como rico a quienes ellos deciden y cuelgan un sambenito y una nueva carga a ahorradores de toda una vida mientras los plutócratas y acaudalados de verdad, a quienes deben favores y de quienes esperan su favor, se mofan de una fiscalidad que no les molesta. Gran parte de la casta política presume de no tener coche, casa o grandes ahorros. No los necesitan. Les prestamos coches y pisos oficiales y les garantizamos buenos sueldos durante años cuando no para toda la vida.
Nos dicen lo que tienen (bien ganado estará para la mayoría, no lo dudo) y nos esconden lo que se han garantizado o se van a procurar en forma de asesoramientos, consejos de administración bien pagados o descarados tráficos de influencias. Dicen que están al servicio del interés general cuando realmente se están sirviendo de su cargo. También nos cuentan que se lo han merecido por los servicios prestados, nos relatan las dificultades de su oficio, los riesgos asumidos, lo que han abandonado, los sacrificios realizados. Suena al argumentario que pretende justificar las escandalosas remuneraciones de altos ejecutivos de grandes empresas (en su mayoría concesiones públicas privatizadas, cuando no monopolios u oligopolios plagados de políticos y ex-políticos). Nunca he visto que se pruebe a pagar la mitad de la mitad y ver cuántos quedan. Apuesto a que, aún así, la gran mayoría no se mueve del asiento.
Tienen miedo de que nos unamos
Estos políticos se aprendieron bien la lección que decía que el pueblo unido jamás será vencido (algunos coreaban la frase sin cesar). Hacen lo posible para fomentar la desunión. No les interesa un Fuenteovejuna real, prefieren seguir teniendo derecho de pernada sobre una ciudadanía fragmentada, con intereses supuestamente contrapuestos. No quieren, como ha ocurrido en Islandia, un pueblo cohesionado que señale a los culpables, no ya de esta crisis, sino de su gestión. No quieren que, todos a una, acabemos con ellos. Tienen miedo de una nación que se revuelva contra el sistema que han apuntalado, donde quien la hace no la paga, donde se tira la piedra y se esconde la mano, donde los corruptos nunca devuelven lo robado. Donde, sin ningún pudor, quienes tienen el honor de servir a su pueblo, acaban sirviéndose de éste para su gloria y beneficio futuro, a las órdenes de intereses privados muchas veces contrarios a los del país. Donde decir que el verdadero liderazgo implica vocación de servicio suena hasta cursi.
Quizás sea el momento de recordar lo que Sila, otro dictador romano, dijo a Cicerón en La Columna de Hierro de Taylor Caldwell: “Consideremos los políticos. ¿Hay hombres más vanos que los que gozan de un poco de autoridad y pueden pavonearse antes quienes los han elegido? ¿Hay alguien que pueda vanagloriarse de ser más ladrón que estos representantes del pueblo, alguien que no venda su voto por el honor de sentarse a la mesa junto con los poderosos? ¿Quién es más traidor a un pueblo que quien jura que lo sirve? ¡Míralos! ¿Crees que van a dejar de llenar sus arcas por mucho que les grites que hay que salvar Roma? ¿Van a dejar sus cómodos puestos de mando en nombre del pueblo y a servir a los ciudadanos que los eligieron sin temor o favoritismo? ¿Van a exigir que se respete la Constitución y se negarán a aprobar una ley que favorezca sus intereses? ¿Van a gritar antes ¡libertad! que ¡privilegio!? ¿Van a exhortar al electorado a que practique de nuevo la virtud? ¿Se van a encarar con la plebe de Roma para decirle: Portaos como personas y no como un rebaño? ¿Encontrarás a uno solo de éstos entre los representantes del pueblo?”. A todas estas preguntas, el brillante orador y filósofo respondió con un lacónico "No, señor".
Lo dicho; antes de votarles, ¡mirémosles!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario