Muy contrario a la matríz de
opinión que fácilmente se le impone a un pueblo de mente dócil, nada acucioso y
por demás perezoso a la hora de activar su propia capacidad de análisis, la
abstención fue nuevamente la gran ganadora de los comicios electorales, lo que
volvió a demostrar que la democracia más antigua de América Latina, es a su vez
la más débil e ilegítima, y que por ende el país, sigue siendo el gran
perdedor.
Democracia débil en tanto que el
mecanismo base de la participación cual es el voto, no es ejercido por la gran
masa de ciudadanos, pues de 36.493.318 personas habilitadas para votar, solo lo
hicieron 17.445.129, lo que representó una abstención alrededor del 52%; adicional
a esto, se debe tener en cuenta que para el Congreso hubo, por un lado, 1.640.870
votos en blanco y, por el otro, 2.750.301 votos nulos y 1.392.274 votos no marcados
-hecho que evidencia lo mal que estamos en materia de cultura y ejercicio
electoral-, lo que traduce en definitiva que el nuevo Congreso quedó elegido
apenas con 11.661.684 votos efectivos, es decir, tan solo el 31,95% del censo
electoral vigente decidió quiénes serán los legisladores por los próximos
cuatro años.
Democracia ilegítima dado que el
principio de las mayorías decisorias, elemento fundante de toda democracia, quedó
reducido a un 31,95% y volvió a permitir que triunfaran por minoría, la mayoría
de los diseñadores y herederos de la corrupción; así, las colectividades que
más atraso y agravios le han traído al país, consiguieron entre todas, 221 de
las 278 curules del próximo Congreso.
Ese es el juego, las
maquinarias han realizado un trabajo secular y sistemático para poder subsistir
gracias a la abstención, dado que entre más alta sea, se les facilita la compra
de votos y la manipulación de los resultados.
De este modo, salvo algunas
candidaturas y fuerzas políticas renovadas y sin maquinarias que fueron
electas, el 80 % del Congreso quedó en manos de verdaderos carteles de la
politiquería, el hampa institucionalizada, la corrupción y el pillaje, quienes
a su vez son los prosélitos de los intereses internacionales de la mega minería,
de los mega proyectos hidroeléctricos y de la gran infraestructura, que están
enmarcados en la agenda geopolítica de desarraigo y saqueo que se cierne sobre
nuestro país, en relación con el Plan Mesoamérica (Plan Puebla Panamá) y el
proyecto de Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional de Sur
América (IIRSA), que tienen como eje estructurante el apropiarse del potencial
hídrico nacional y el consecuente menoscabo de la soberanía territorial de los
pueblos ancestrales y de las comunidades en todas las regiones del país.
Esto fue lo que se jugó y se perdió
en las elecciones del 11 de marzo y que los millones de abstencionistas,
desprevenidos e inocentes ante el verdadero leviatán, se negaron a evitar y a
cambiar, permitiendo así que los basiliscos sigan campeando en contra de un
país a cuyo pueblo miran con desdén.
Y así,
se configuró la ironía que ante el miedo de elegir expropiadores, millones de
colombianos optaron por la abstención que facilitó la elección de un Congreso
mayoritariamente expropiador, cuyas fuerzas políticas han sido tradicionales expropiadoras
tanto de la propiedad privada como del patrimonio público: pues han expropiado
por décadas al empresariado nacional, de la posibilidad de un libre mercado en
condiciones de competencia justa debido a los TLC´s, han expropiado al
ciudadano, vía privatizaciones, del patrimonio público de todos los colombianos;
siendo Isagen, el caso más reciente. También nos han expropiado el derecho a
vivir en un país incluyente, justo, seguro y benéfico para sus ciudadanos.
Vienen
las presidenciales, como cada cuatro años, quedamos condenados a votar por el
menos malo; lo más seguro es que la abstención volverá a impedir que el pueblo
decida, con el poder de su voto, un verdadero cambio.
Por:
Arturo
Velásquez
Consultor
Internacional de Organizaciones Sociales.
Investigador.
En el mundo definen democracia como "la forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos". ¿Existe en algún país la forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos? En definitiva habrá que evolucionar la democracia, si es que es posible, o de lo contrario encontrar la verdadera forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos y darle el nombre correcto y acertado: "Gobiernos de Consciencia" en donde es la con(s)ciencia superior que trasciende esa con(c)iencia normal por muchos predicada pero nada aplicada.
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