En el primer artículo de esta serie hablamos de la pedagogía extractiva. Hoy hablaremos de otras dos muy relacionadas con ella.
- Pedagogía problematizadora
El gran maestro uruguayo Mario Kaplún hablaba de una comunicación
que problematiza. Por eso, cuando nos solicitan ir a
“facilitar” un taller, les respondemos que vamos, pero a “dificultarlo”.
Kaplún decía que lo que importa, más que enseñar cosas y transmitir
contenidos, es que el sujeto aprenda a aprender, que se haga capaz de
razonar por sí mismo… de elaborar conciencia crítica.
Esto se consigue con una formación que pone en apuros, que
cuestiona, que obliga a investigar, a pensar y repensar lo aprendido.
Para poco sirven esos “facilitadores” que, por un falso respeto al
grupo, anotan en la pizarra todas las ideas y disparates que salen del
grupo y, al final, felicitan por la gran participación lograda. Esa
pedagogía “condescendiente” no ayuda a crecer. Y quienes la aplican, más
que facilitadores son facilistas.
Dicen que el movimiento se demuestra andando. Pues muy bien, en un
taller da mejores resultados enviar a hacer los ejercicios sin muchas
pistas previas, sin muchas indicaciones. Que se equivoquen. Que aprendan
de sus errores. Que aprendan desde la práctica.
En un segundo momento, cada trabajo pasará por la mirada exigente
del grupo y del conductor o conductora del taller y será enriquecido con
las sugerencias de todos y todas.
En un tercer momento, los ejercicios se reharán con las recomendaciones dadas.
Es sorprendente cómo cambian estas segundas muestras cuando se han
“problematizado”, cuando se han evaluado con una mirada crítica tanto
del grupo como del conductor o conductora del taller.
Los participantes terminan el taller cuestionados. Y de seguro, en
su labor diaria, serán más exigentes consigo mismos y los resultados
mejorarán considerablemente.
Problematizar es una buena herramienta para ayudar a extraer el conocimiento que llevamos dentro.
- Pedagogía popular
Sin menospreciar la labor de las universidades y sus académicos,
pienso que la capacitación tiene que hacerse en
clave popular. Sería una gran contradicción que los conductores y
conductoras de un taller empleen un lenguaje abstracto, erudito,
elitista, para formar a las comunicadades.
No vamos a un taller a demostrar lo ilustrados o leídas que somos.
¿De qué sirve hablar rebuscadamente si nadie nos entiende? ¿Quién nos
dijo que esta verborrea inconexa era análoga a una enseñanza
imponderable?
Si queremos mensajes que enganchen con la gente de a pie, que lleguen a grupos masivos, empleemos también en los talleres un estilo suelto y
desenvuelto, hagamos ejercicios dinámicos, repartamos textos sabrosos
de leer, hagamos sencillas las cosas difíciles y no al revés.
Recuperemos en nuestra tarea de formación las expresiones populares,
el habla coloquial, hablemos como hablamos siempre. Desgraciadamente,
algunas formadoras y formadores sufren el mismo problema que muchos
locutores: la enfermedad de la “dualidad locutoril”.
Locutores que fuera de la cabina hablan como gente normal, pero al
entrar se trasforman, cual Dr. Jekyll y Mr. Hyde, adoptando un tono
ceremonioso, una voz impostada y un lenguaje incomprensible.
Practiquemos siempre con el ejemplo. Un comunicador o formadora
popular enseña popularmente. Y para eso, qué mejor que echar mano de la
siguiente pedagogía que veremos en el artículo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario