18 de enero de 2019

Somos el cambio que anhelamos.

Tradicionalmente (por lo menos en Colombia) se tiene la costumbre el 31 de diciembre a las 12Pm de comerse 12 uvas como agüero, para pedir 12 deseos de los que se esperan se hagan realidad en el año nuevo entrante. Este tipo de comportamiento nos somete a anhelar muchas veces, cambios externos que nos beneficien de alguno u otra manera, en lo económico, en lo social, en lo material, e incluso en nuestra vida amorosa. Tenemos la percepción que sólo con desear las cosas, creemos que se van hacer realidad, como si la vida se trata sólo de tener buenas intenciones; esto hace parte del control mental que se nos ha impuesto desde la cotidianidad, pues se nos enseñó mucho sobre, la ley del menor esfuerzo. 

Envueltos en la cotidianidad del año nuevo quedan borrosos en nuestras memorias esos 12 deseos que pedimos, y pasa un año más, y seguimos con las mismas falencias a nivel interno y ni hablar de las falencias a nivel externo, pues éstas a medida que pasa el tiempo se van colocando peor, a pesar que el sistema nos ofrece muchas más oportunidades en lo educativo y en lo laboral; encontramos paradójico que en la actualidad existen más economistas, pero cada vez hay más desigualdad, existen grandes construcciones de casas y edificios, pero se han perdido muchos hogares, con toda la industrialización hay mucha más producción de alimentos, pero sigue la gente muriendo de hambre, entonces? ¿Será que el cambio que anhelamos nunca se va a dar? 

¡Bajo la ley del menos esfuerzo, jamás se dará el cambio que nosotros anhelamos! El cambio empieza por cada uno de nosotros en la medida que nos fijemos un propósito transcendental, y empecemos a trabajar en los defectos y vicios que nos atrasan, alguna vez le escuche a un amigo decir, que si cambiamos nuestro mal genio por ejemplo, un 1% todos los días, al año vamos a cambiar ese mal genio un 365% superando así la meta que sería el 100%, teniendo un obstáculo superado al finalizar el año, y esa es la clave para poder exigir y anhelar un cambio externo; ya que, en la medida que vamos transformándonos internamente, nuestra mentalidad cambia, nuestra actitud igual, nuestros pensamientos son muchos más claros y objetivos y en definitiva nuestras acciones van a reflejar lo que hemos logrado, haciendo que se cumpla la siguiente ley de vida: “el corazón manda, el cuerpo ejecuta y el mundo obedece”. 

Somos pocos los que anhelamos y sabemos que sí se puede vivir en mundo mejor, pues de un mundo bajo esas cualidades hemos venido, y sabemos, traemos la esperanza y las cualidades para hacer de éste mundo algo muchísimo mejor, sólo hay que poner en práctica nuestra dedicación, disciplina, y continuidad en lo que queremos, de esta manera forjaremos un pensamiento capaz de llevarnos a accionar y a crear las condiciones para ese mundo mejor, primero en nuestro interno y luego en nuestro externo. No más culpa a la pareja, al vecino, a la mama, o al papa, etc. Cada uno de nosotros tiene un plan el cual ejecutar, reconozcámoslo, trabajemos en nuestro interno todos los días, y asumamos la responsabilidad de lo que vinimos hacer en éste planeta. 





JUAN MANUEL POMBO CAMPO



1 comentario:

  1. Excelente aporte para la reflexión del ser humano, cada sabiduría que se brinda desde la conciencia ayuda a otros a sobre ponerse de su situación y mejorar día a día... Bendiciones en todo Juan Manuel.

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