La aparición de la Revolución Industrial como fenómeno económico, político y social, acompañada de su deletérea idea de progreso, solo fue posible dadas las siguientes condiciones previas: el sistema bancario, la producción tecnificada y la comercialización indiscriminada de bienes y servicios.
Este proceso, surgido en Gran Bretaña, tuvo su primer período entre 1760 y 1840 y trajo consigo la división del trabajo y la producción tecnificada. El segundo período o segunda Revolución Industrial, se dio entre 1880 y 1920, impulsado por la aparición del sistema eléctrico, el transporte a gran escala y las comunicaciones a distancia. El tercer período inició en la década de los 70´s gracias a la digitalización y automatización de la producción económica, a las tecnologías de las comunicaciones y a la globalización financiera.
Hoy nos asiste la cuarta revolución industrial, proclamada y lanzada al mundo en abril de 2016 por Klauss Schwab, fundador (en 1971) y CEO del Foro Económico Mundial (FEM), Ong que celebra su conferencia anual cada enero con los líderes políticos, académicos, juveniles y empresariales a nivel global en Davos, Suiza, quienes se alinean a sus unilaterales directrices público-privadas en el marco de la agenda más regresiva y bien maquillada que denominan progresista.
El eje central de la agenda de la cumbre de Davos para el 2021, que tuvo su primera versión virtual entre el 25 y el 29 de enero y que tendrá la presencial en mayo de este año, será, según información oficial de la impositiva organización: “El Gran Reinicio tras la pandemia”. Para ello, dictarán los lineamientos de cómo aprovechar las nuevas tecnologías de la Cuarta Revolución Industrial, de la que Schwab dictaminó su inicio en 2016 y su definición así: “la Cuarta Revolución Industrial (4RI) es la fusión de los sistemas biológicos, físicos y digitales”.
Los estólidos de la narrativa oficial no advierten lo que se colige de esta escueta y sinuosa definición, dado que el ser humano es el sistema biológico y físico más complejo y sofisticado sobre la faz del planeta, por tanto, el espécimen más apto para la experimentación, en otras palabras, la 4RI es la aplicación de la tecnología para cambiar la esencia humana, su propio slogan, pregonado por Schwab, lo atesora de esa manera: “La 4RI no cambia lo que hacemos, pero nos cambia a nosotros”.
Pero lo que está de fondo es el hecho objetivo que la vanguardista 4RI se configura en el vehículo catalizador del Transhumanismo, cuyos primeros planteamientos se remontan a 1923 con la publicación del ensayo “Dédalo e Icaro: la Ciencia y el Futuro” del genetista eugenésico británico J.B.S. Haldane.
Hoy, el Transhumanismo es un movimiento ideológico, político, cultural, intelectual y científico mundial cuyo propósito es transformar la condición humana mediante la aplicación de tecnologías en la persona para “mejorar” (¿manipular?) sus capacidades físicas, intelectuales, psicológicas y morales. El movimiento Transhumanista fue fundado oficialmente en 1998 por el economista sueco Nick Bostrom, profesor de Oxford y por David Pearce, filósofo británico, bajo el rótulo de Asociación Mundial Transhumanista, que en 2006 cambió su nombre por el de Más Humanidad.
Son tres los postulados fundantes del Transhumanismo:
1. La Súper Longevidad: que considera la muerte como una enfermedad y se aspira a prolongar la vida humana por más de 250 años.
2. La Súper Inteligencia: fusionar el cerebro con procesadores RAM a través de un chip con el fin de aumentar la capacidad de memoria, superar enfermedades como el Alzheimer y conservar nuestros pensamientos y recuerdos en la nube. Un ejemplo de esto es la aplicación Neuralink desarrollada por Elon Musk.
3. El Súper Bienestar: modificación genética para despojarse del dolor y de todo aquello que causa sufrimiento; deshacerse de los genes que permiten los vicios, la ira, envidia, la agresividad, etc.
Dichos postulados, de hecho ya reales, son absolutamente posibles debido a la existencia y total convergencia de distintas tecnologías cuyos alcances rayan en lo alucinante: la Biotecnología, la Inteligencia Artificial, la Robótica, la Computación Cuántica, la Bioinformática, entre otras.
En 2020, el premio nobel de química fue otorgado a las descubridoras de CRISPR-CAS9, una tecnología genómica que constituye una herramienta de edición y modificación total de genes altamente sofisticada. Con esta capacidad de modificar el genoma humano de manera completa, ya es perfectamente posible detener o aplazar el envejecimiento, cambiar conductas, programar humanos a la carta en un laboratorio o fabricar seres interespecies. Es decir, jugar a ser Natura.
Este inquietante escenario, nos deja en manos del arbitrio científico mundial; implica un altísimo sentido de la ética como valor absoluto, lo preocupante es que los postulados progresistas (regresistas) imperantes, se fundan en la delirante relativización de los valores absolutos; por ello el ser humano, ya no solo su mente sino ahora su cuerpo, pasa a ser una entelequia moldeable para ser modificada, cual plastilina, al antojo del poder, sin importar romper o rechazar los determinantes dados por la naturaleza. Claros síntomas de esto los tenemos ya en los conocidos Transespecie, Transgénero, Transedad, Transcapaces, entre otros. El propio prefijo del término nos lo anuncia (‘trans’: pasar de un lugar a otro), es decir: llevarnos de nuestra actual condición humana a otra condición que desnaturalice la esencia de tal.
De tal manera que el trasfondo de la agenda mundial de Davos, que propone “El Gran Reinicio tras la pandemia”, en el marco de la 4RI, es el Transhumanismo hecho política pública global, para llevarnos de sujetos, como lo fuimos en las 3 revoluciones industriales anteriores, a ser objetos o mercancías en un horizonte cercano que vislumbra una era posthumanos.
Frente a esto, nuestros líderes (políticos, económicos, juveniles, tecnológicos, etc.) elatos, anodinos y genuflexos; solo saben hacer caso.
Por:
ARTURO VELÁZQUEZ.
Fuentes:
-Miklos Lukacs.
-Canal de Youtube “DESCUBRIENDO”: “TRANSHUMANISMO, estrategia de control total”.
-“Postdarwinian Man” de Daniel Estulin.
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